Rally en Aguadas, por Pedro Gomez

 

Rally en Aguadas con Diego

 

A falta de copiloto en la familia me fui con Diego Orozco

Las anécdotas

Pedro y su copiloto, Diego, partieron desde Pragma hacia Aguadas, Caldas, en la camioneta Ford Ranger Raptor que pronto sería vendida. Era una despedida, una última travesía antes de deshacerse de un fiel compañero de aventuras. El destino: el Rally Darién, un desafío que prometía poner a prueba tanto al piloto como al vehículo.
 
Al llegar a Aguadas, la bienvenida fue una cortina de lluvia implacable. La inspección de la camioneta fue meramente protocolaria, y la cancelación del prólogo no hizo más que añadir tiempo para la reflexión antes del desafío real. La noche en el parque de Aguadas brilló con las luces de las festividades locales, una mezcla de adrenalina y anticipación en el aire.
 
El sábado amaneció con la promesa de aventura. No obstante, apenas dos kilómetros después de la salida, la dura realidad del camino se hizo presente: una bajada pronunciada por un camino terciario lleno de piedras resultó en dos llantas destrozadas. Mientras intentaban solucionar el problema, Pedro y Diego se enfrentaban a la frustración de la tecnología falible. Finalmente, decidieron volver a Aguadas para reparar y replantear la estrategia.
 
En el camino de regreso, al final de la tarde, un nuevo obstáculo emergió en forma de un derrumbe en Filadelfia. Sin una ruta clara y con los dispositivos aún renuentes a cooperar, la situación parecía insuperable. Fue entonces cuando, en un acto de desesperación mezclado con ingenio, decidieron pedir ayuda a dos borrachos locales, quienes sorprendentemente lograron hacer transitable el paso. Este inesperado giro de eventos no solo los ayudó a superar el derrumbe, sino que también reforzó la camaradería y la resiliencia ante la adversidad.
 
El domingo se presentó como una redención. La ruta desde el parque principal de Aguadas hacia Sonsón tomó un carácter épico cuando enfrentaron una carretera en zigzag de inclinación pronunciada. Cada curva era un desafío a la muerte, cada reversada en estas curvas de muerte un cálculo de supervivencia. En el descenso, la naturaleza misma parecía conspirar contra ellos con un barrizal provocado por un reciente deslave y una lluvia que arreciaba, pero Pedro y Diego manejaron con la determinación de quienes tienen mucho que probar.
 
En Sonsón, otro pinchazo los llevó a buscar ayuda en el taller de Memo, el popular montallantas del pueblo, donde la hospitalidad local se manifestó en cada saludo y cada pausa forzada. Superadas las reparaciones, continuaron hacia Abejorral, enfrentando pérdidas de señal y desvíos erróneos. A pesar de los continuos fallos tecnológicos, llegaron al final del rally, exhaustos pero triunfantes.
 
La ceremonia de premiación esa noche no fue solo un reconocimiento a su habilidad para superar los obstáculos físicos del terreno, sino también a su capacidad de navegar las vicisitudes de la vida y la tecnología. Con el trofeo en mano y el corazón lleno de historias para contar, Pedro y Diego concluyeron su aventura, no solo como competidores en un rally, sino como vencedores en el arte de no rendirse jamás.

Campeones del fin de semana

 

Nos tocó reinado

 

 

De vuelta por Abejorral y Pantanillo

 

Perdida con Derrumbe

 

Tuvimos nuestros dos pinchazos a los 5 km de iniciar.

 





 

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